"Abrimos y cerramos Auschwitz", dice Edith Grosman. Edith y yo estamos sentadas en una habitación de hotel de la era soviética en esta pintoresca ciudad eslovaca. Afuera, los picos nevados de los Altos Tatras se alzan en la distancia. En el interior, Edith, que ahora tiene 95 años, está hablando de los eventos fatídicos que dieron forma a su vida. "Una mañana nos despertamos", dice Edith, extendiendo sus manos artríticas y acariciando el aire, "y vimos afuera en la calle pegados al costado de las casas un anuncio de que todas las chicas judías, solteras, de 16 en adelante tenían que presentarse en la escuela el 20 de marzo de 1942 para trabajar“. Edith Friedman, que en aquel entonces tenía sólo 17 años, había soñado con ser médica. Lea, su hermana de 19 años, quería ser abogada. Pero esas aspiraciones se habían desvanecido dos años antes cuando la Alemania de Hitler se anexionó a Eslovaquia. El coqueto gobierno de la República Eslovaca comenzó a implementar ley...