Más Allá del Mito de El Dorado
La leyenda de El Dorado no nació en una ciudad de calles pavimentadas con oro, sino en un ritual sagrado a orillas de una laguna andina. En el altiplano cundiboyacense de la actual Colombia, la ceremonia del "Indio Dorado" marcaba la ascensión de un nuevo cacique muisca. Desnudo y cubierto con una resina pegajosa, el heredero era bañado en finísimo polvo de oro hasta convertirse en una estatua viviente. Luego, sobre una balsa, navegaba hasta el centro de la laguna de Guatavita para arrojar a las profundidades valiosas ofrendas de oro y esmeraldas como tributo a los dioses. Esta ceremonia, real y poderosa, fue la semilla de un mito que obsesionaría a los conquistadores durante siglos.
Sin embargo, eclipsada por esta fantasía, existe una historia mucho más real, compleja y fascinante: la del tesoro asociado al soberano azteca Moctezuma. A diferencia del etéreo El Dorado, el tesoro de Moctezuma fue una vasta acumulación de riquezas tangibles que los conquistadores de Hernán Cortés tuvieron en sus manos. Su historia no es un simple relato de oro enterrado y mapas misteriosos. Es una saga de arte que dejó atónita a Europa, de audaces actos de piratería en alta mar, de astutas maniobras legales para encubrir una pérdida catastrófica y de descubrimientos modernos que conectan el siglo XVI con el presente de una manera asombrosa.
La verdadera historia del tesoro supera con creces la ficción. Olvídese del simple cofre enterrado; aquí revelaremos los hechos más sorprendentes y contraintuitivos sobre una de las fortunas más célebres y esquivas de la historia, demostrando que la realidad es a menudo más increíble que el mito.
1. No Era Solo el Tesoro de "Moctezuma"
Llamarlo simplemente "el tesoro de Moctezuma" es una simplificación que oculta su verdadera y compleja composición. La enorme fortuna que encontraron los conquistadores en el palacio de Axayácatl no pertenecía únicamente al soberano Moctezuma II. En realidad, el tesoro estaba compuesto por tres fuentes distintas.
En primer lugar, contenía el tesoro heredado del padre de Moctezuma, Axayácatl, acumulado a lo largo de generaciones. A esto se sumaban las riquezas y objetos personales que pertenecían al propio Moctezuma II. Finalmente, una tercera parte del botín consistía en las riquezas que los propios conquistadores habían acumulado durante su estancia en la capital azteca, Tenochtitlán. Por lo tanto, era un tesoro dinástico, personal y de conquista, todo reunido en una sola cámara secreta.
2. El Tesoro Fue Más Que Oro: Fue Arte que Dejó Atónita a Europa
Mucho antes de que el tesoro principal se perdiera, Hernán Cortés envió una primera muestra al rey español, Carlos I. Este envío, conocido como el "quinto real", no era solo un botín de metales preciosos, sino una colección de obras de arte cuya maestría técnica dejó estupefactos a los europeos. Junto a las piezas más célebres —un disco solar "todo de oro de una braza de ancho" y una luna de plata del mismo tamaño— se encontraban maravillas como una rodela de plata y cuero en la que estaba esculpida la imagen del dios de la guerra Huitzilopochtli, y cuatro arpones de tres ganchos, cubiertos de plumas de múltiples colores. Fue esta increíble habilidad de los artesanos lo que realmente cautivó a quienes las vieron.
El erudito Pedro Mártir de Anglería, al ver los objetos, escribió con asombro sobre la artesanía, que a su juicio superaba al material mismo:
…Lo que me pasma es la industria con que la obra aventaja a la madera. He visto mil cosas que no puedo describir. Me parece que no he visto jamás cosa alguna que por su hermosura pueda atraer tanto las miradas de los hombres…
Incluso el renombrado artista alemán Alberto Durero (Albrecht Dürer), quien tuvo la oportunidad de admirar la colección en Bruselas, quedó profundamente impresionado, no solo por su valor material, sino por su ingenio y la vasta escala de la colección:
…he visto las cosas que le han traído al rey de la nueva tierra del oro: un sol todo de oro de una braza de ancho, y también una luna de plata del mismo tamaño, también dos estancias llenas de armaduras y la gente que en ellas había con toda suerte de maravillosas armas, arreos, dardos, magníficos escudos, extraordinarios ropajes, camas y toda clase de cosas fantásticas para uso humano más dignas de verse que prodigios. Estas cosas son todas tan preciosas que están valoradas en 100.000 florines…
3. Una Enorme Parte se Convirtió en un Legendario Tesoro Pirata
Mientras que la mayor parte del tesoro se perdió durante la caótica huida de la "Noche Triste", una porción significativa y de incalculable valor tuvo un destino completamente diferente y sorprendente: cayó en manos de piratas. El primer envío del "Quinto Real" que Cortés mandó a España, cargado con algunas de las piezas de arte más espectaculares, nunca llegó a su destino.
Cerca de las islas Azores, la flotilla española fue interceptada y atacada por el legendario pirata francés Jean Fleury. Este capturó dos de las tres naves, haciéndose con un botín que incluía no solo oro, plata y obras de arte como máscaras y brazaletes, sino también, para asombro de todos, hasta tres jaguares vivos. Esta parte del tesoro azteca terminó en las arcas del rey de Francia, Francisco I. El éxito de Fleury no solo lo convirtió en un héroe en su país, sino que también demostró la vulnerabilidad de las flotas españolas y abrió las puertas a una era de piratería en el Atlántico, donde corsarios de toda Europa se lanzaron a la caza de los tesoros del Nuevo Mundo.
4. El "Descubrimiento" Pareció Más Bien un Saqueo
Las crónicas españolas e indígenas ofrecen dos versiones radicalmente distintas sobre cómo se encontró el tesoro. La perspectiva española, narrada por el conquistador Bernal Díaz del Castillo, describe un momento casi mágico. Según su relato, un carpintero llamado Alonso Yáñez notó una marca en una pared del palacio de Axayácatl que sugería la existencia de una puerta tapiada. Al abrirla en secreto, Cortés y sus capitanes quedaron maravillados ante la visión de una cámara repleta de oro y joyas.
La reacción de asombro de Díaz del Castillo quedó inmortalizada en sus escritos:
…en aquel tiempo era mancebo y no había visto en mi vida riquezas como aquellas, tuve por cierto que en el mundo no debiera haber otras tantas…
Sin embargo, las fuentes indígenas pintan un cuadro muy diferente. En lugar de un descubrimiento casual, describen a los españoles como saqueadores agresivos que, una vez instalados en el palacio, se dedicaron a buscar activamente las riquezas. Estas crónicas detallan cómo los españoles vaciaron sistemáticamente la casa del tesoro, apoderándose de artefactos tejidos de pluma, escudos finos, discos de oro y los collares sagrados de los ídolos, para luego amontonarlo todo en un patio para su reparto. Su relato resume la acción con una frase contundente:
...anduvieron hurgando, rebuscando la casa del tesoro... y se adueñaron de todo lo que vieron.
5. Cortés Utilizó la Burocracia para Cubrir Sus Huellas Tras Perderlo
La noche del 30 de junio de 1520, conocida como la "Noche Triste", los españoles intentaron una huida desesperada de Tenochtitlán bajo el asedio azteca. La mayor parte del tesoro se perdió en el caos. Sabiendo que la situación era límite, el propio Cortés dio permiso a sus soldados para que tomaran todo el oro que pudieran cargar, declarando que era mejor que lo tuvieran ellos a que quedara "...perdido entre estos perros...".
Tras la catastrófica pérdida, que incluía la totalidad del quinto real perteneciente a la Corona, Cortés realizó una maniobra burocrática sorprendentemente astuta. En agosto de 1520, apenas unas semanas después, inició un procedimiento legal formal conocido como la probanza de Tepeaca. El objetivo era crear un registro oficial que lo exculpara ante el rey Carlos I. Para ello, elaboró un interrogatorio con preguntas capciosas diseñadas para obtener las respuestas que necesitaba, como pedir a los testigos que confirmaran que él había proporcionado una yegua para salvar el oro del rey o que la pérdida fue una consecuencia inevitable de la guerra.
Los testigos convocados no fueron imparciales; eran sus hombres más leales y de confianza, como Pedro de Alvarado, Diego de Ordás y Jerónimo de Aguilar. Como era de esperar, todos testificaron a su favor, creando un documento legal que protegía a Cortés de posibles acusaciones de negligencia o malversación por haber perdido una de las mayores fortunas jamás vistas.
6. Un Pedazo del Tesoro Fue Encontrado... por un Obrero de la Construcción
Durante más de 450 años, el tesoro perdido de la Noche Triste permaneció como una leyenda sin pruebas físicas. Eso cambió el 13 de marzo de 1981. Durante la construcción de un edificio gubernamental en el centro de la Ciudad de México, un obrero descubrió un pesado lingote de oro de casi 2 kilogramos. Durante décadas, su origen fue un misterio.
No fue hasta un estudio reciente, cuyos resultados se dieron a conocer en 2020, que la ciencia pudo confirmar su increíble procedencia. Mediante análisis de fluorescencia de rayos X, los científicos determinaron que la composición química del lingote coincidía exactamente con la del oro que los españoles habían tomado de los aztecas y fundido en barras. El arqueólogo Leonardo López Luján describió el hallazgo como un "dramático testigo material de la conquista española y testimonio arqueológico único de la llamada ‘Noche triste’", transformando una leyenda abstracta en una realidad tangible que había estado oculta bajo una moderna metrópolis.
7. La Caza Nunca Terminó, Guiada por Mapas Secretos
La obsesión por encontrar la parte del tesoro que se creía oculta no murió con los conquistadores. La búsqueda continuó durante siglos, impulsada no solo por rumores, sino por expediciones oficiales sancionadas por las más altas autoridades virreinales, basadas en pistas que se consideraban creíbles.
Existen registros de al menos dos intentos notables. En 1575, Martín Cortés, hijo y heredero de Hernán Cortés, firmó un asiento o contrato de búsqueda y rescate con el rey Felipe II tras recibir información de unos indígenas sobre un tesoro escondido. Aunque el esfuerzo fue oficial, el resultado final de la empresa sigue siendo un misterio en los archivos. Más de medio siglo después, en 1637, un indígena llamado Francisco de Tapia se presentó ante el virrey con una pintura —un códice— que, según él, revelaba la ubicación exacta del tesoro: "un pozo en la laguna de San Lázaro". La pista fue tomada con tal seriedad que se organizó una expedición oficial para dragar el lugar, pero, una vez más, los documentos guardan un enigmático silencio sobre lo que se encontró. Estas búsquedas persistentes demuestran cuán poderosa y creíble fue la leyenda del tesoro oculto para las generaciones futuras.
Conclusión: Un Tesoro Más Complejo Que el Oro
La verdadera historia del tesoro de Moctezuma es inmensamente más rica que la simple leyenda de una fortuna perdida. Es un relato que entrelaza la magnificencia del arte prehispánico, la brutalidad del choque cultural, la audacia de la piratería en alta mar y la fría lógica de la estrategia legal. No era solo una pila de oro, sino un conjunto de objetos que representaban el poder, la fe y la identidad de un imperio, y cuya dispersión marcó el curso de la historia.
El lingote de oro encontrado en 1981 por un obrero demuestra que fragmentos tangibles de esta historia épica todavía yacen enterrados bajo una de las ciudades más grandes del mundo. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué otros dramáticos testigos de la conquista podrían estar aún esperando a ser descubiertos?
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