Mire un mapa moderno de Sudamérica y verá la imponente cordillera de los Andes como una frontera natural e inamovible entre Chile y Argentina. Es una división geográfica que damos por sentada. Pero mucho antes de que existieran estas naciones, ese mismo espacio era un territorio vibrante, soberano e interconectado conocido como Wallmapu, donde las montañas no eran una barrera, sino un puente. ¿Y si le dijéramos que un guerrero del corazón de la Araucanía chilena ayudó a fundar una importante ciudad portuaria en la costa atlántica de Argentina, y que sus familias permanecieron conectadas durante generaciones? Este artículo busca desvelar algunas de las historias más sorprendentes de conexión, diplomacia y resiliencia de este mundo perdido, basándose en recientes investigaciones históricas que nos obligan a reconsiderar lo que creíamos saber sobre el pasado del continente.
1. El mapa era otro: Wallmapu, el territorio que unía dos océanos
Wallmapu, del mapuzungun wall (lo que rodea o circundante) y mapu (territorio), no era solo un concepto simbólico, sino un espacio político, económico y cultural unificado para el pueblo Mapuche. Su escala desafía nuestra comprensión moderna de la distancia. Puntos que hoy parecen mundos aparte, como Maquehua en el sur de la Araucanía chilena y Bahía Blanca en la costa atlántica argentina, funcionaban como nodos clave dentro de una única y vasta red de intercambio y poder.
Esta conexión no era un fenómeno reciente. La evidencia arqueológica demuestra que los intercambios materiales a través de la cordillera se remontan a más de 2.000 años, estableciendo una profunda trayectoria histórica de movilidad y relación. Entender la historia desde la perspectiva del Wallmapu es fundamental, ya que desafía las narrativas nacionales que vinieron después y revela una forma radicalmente diferente de concebir la geografía y la historia de Sudamérica, una definida no por límites estatales, sino por lazos humanos.
2. Vínculos antes que fronteras: Las "redes sociales" que tejieron un continente
El Wallmapu no se sostenía a través de un estado formal o un gobierno centralizado, sino mediante una densa "malla de carácter rizomático" de relaciones interpersonales. Era un sistema social increíblemente resiliente tejido con los hilos de la familia, el comercio, la diplomacia y la amistad. Si bien los grandes caciques como Calfucurá o Mangiñ eran figuras centrales, la verdadera fortaleza de esta red continental residía en los "actores de segunda línea".
Estos eran los diplomáticos, comerciantes y familiares que, sin ser los líderes supremos, viajaban enormes distancias para forjar y mantener los lazos que daban vida al sistema. Personajes como Juan de Dios Montero, un soldado chileno que se integró a la sociedad mapuche de Maquehua a través del matrimonio, y Francisco Iturra, su soldado de confianza que se convirtió en un intermediario cultural y político fundamental en la recién fundada Bahía Blanca, son ejemplos perfectos. Ellos eran los "eslabonamientos" humanos que hacían posible que un territorio que se extendía de océano a océano funcionara como un todo coherente.
3. Diplomacia y escritura: El poder de la palabra en el mundo indígena
Lejos del estereotipo del guerrero salvaje, los líderes del Wallmapu eran actores políticos sofisticados que desplegaban estrategias complejas que iban mucho más allá de la guerra. Un caso ejemplar es el del cacique Juan Calfucurá. Tras establecerse en Salinas Grandes, en el corazón de la pampa argentina, transformó deliberadamente la dinámica política de la región. En lugar de perpetuar el ciclo de venganza que había dominado la época, construyó su poder sobre la base de la diplomacia, la reciprocidad y amplios acuerdos comerciales, logrando estabilizar un vasto territorio.
Una de las herramientas más poderosas y sorprendentes de esta diplomacia fue la palabra escrita. La correspondencia diplomática era una práctica habitual. Líderes como Namuncurá y Painevilu enviaban cartas para negociar con las autoridades criollas, demostrando su hábil integración de esta tecnología winka para defender sus intereses. Un informe enviado en 1842 a Juan Manuel de Rosas por su comandante en Azul revela la escala y complejidad de esta diplomacia escrita:
ya habían llegado de regreso los chasques que ellos habían mandado a Chile a verse con Lincotil, Cacique Federal, que se halla en Maquehüe del otro lado de la cordillera -Que este Cacique Federal, estaba en guerra con el Cacique Maguin y con la llegada de los chasques de Namuncurá y Callfucurá hubo un parlamento general, el cual resultó hacer las paces...
4. Identidades fluidas: Los "aindiados" que cruzaron mundos
En el Wallmapu, las fronteras culturales eran tan porosas como las geográficas. Esto dio lugar a la figura del "aindiado", un tipo particular de persona que se movía fluidamente entre el mundo indígena y el criollo, convirtiéndose en parte de un nuevo tejido social. Eran definidos, según la cita que recuperan los autores, como:
...aquellas personas que se desvinculan temporal o permanentemente de un grupo, entran en la red de relaciones sociales que constituye otra sociedad y quedan bajo la influencia de sus costumbres, ideas y valores en mayor o menor grado.
Juan de Dios Montero es el ejemplo principal. Pasó de ser un soldado del ejército chileno a convertirse en un líder aliado dentro de la comunidad de Maquehua, sellando su compromiso al casarse con Ñaimavilu, la hija del lonko León Alkavilu. Su historia es inseparable de la de su soldado, Francisco Iturra. Tras la muerte de Montero, Iturra permaneció en Bahía Blanca y construyó una vida extraordinaria. Ascendió al rango de Sargento Mayor, se convirtió en el lenguaraz (intérprete) oficial del fuerte y se estableció como un poderoso eje comercial y diplomático, llegando a abrir una pulpería que comerciaba intensamente con los grupos indígenas. Figuras como Montero e Iturra desafían cualquier categorización simple, demostrando que las identidades no eran fijas, sino que se forjaban en el cruce de mundos.
5. Lazos que desafiaron al tiempo: Una conexión de padres a hijos
La conexión entre Maquehua y Bahía Blanca no fue un evento aislado, sino un lazo que perduró a través de generaciones, desafiando guerras, cambios políticos y la eventual conquista de su mundo. La historia comienza en la década de 1820, con la alianza entre el soldado "aindiado" Juan de Dios Montero y su hombre de confianza, Francisco Iturra, quienes jugaron un papel clave en la fundación de la Fortaleza Protectora Argentina, el futuro Bahía Blanca.
Tras la muerte de Montero, la conexión no se rompió. Su hijo, Maripang Montero, regresó a su hogar materno en Maquehua, mientras que el hijo de Iturra, Francisco Pío Iturra, creció para convertirse en un influyente comandante en Bahía Blanca. Décadas más tarde, en 1875, cartas de la época revelan que Maripang Montero viajó desde Chile para visitar a Francisco Pío en Bahía Blanca. El cacique Antemil, al escribir sobre esta visita, reflexionó sobre la naturaleza de su amistad: "los amigos aunque esten separados de largas distancias".
El testimonio más conmovedor de la durabilidad de este vínculo llegó mucho después, en 1893. El mundo que habían conocido había sido destrozado por las campañas militares de Chile y Argentina. El cacique Antemil, tras ser liberado de trabajos forzados, le escribió una carta a su "compadre" Francisco Pío Iturra, pidiéndole ayuda y noticias de:
...su hermano Montero-Maripan si esta vivo que esta en Chile.
Una pregunta que flotaría en el aire por seis años más; Maripang Montero, el último eslabón viviente de aquella alianza forjada en la fundación de Bahía Blanca, moriría en Maquehua en 1899.
Conclusion: Un eco en el presente
Al rastrear estas historias personales, que a primera vista pueden parecer menores, descubrimos la historia olvidada de una América indígena vasta, soberana e interconectada. Vemos que las relaciones de parentesco, la diplomacia personal y la confianza mutua eran las fuerzas que mantenían unido un territorio que se extendía desde el Pacífico hasta el Atlántico. Este pasado nos obliga a hacernos una pregunta fundamental: ¿cómo cambia nuestra percepción del presente al saber que las fronteras que hoy nos definen fueron, en otro tiempo, solo líneas imaginarias en un territorio vibrante y unificado por lazos humanos?

Comentarios
Publicar un comentario