Aunque supera los 80 años, este hijo de romanos se encuentra lleno de proyectos y sueños, uno de los cuales es ver convertido el Edificio Marsano en un atractivo turístico y cultural de Temuco.
Ítalo Ércoli, propietario de la Talabartería y Suelería La Doñihuana, es uno de los vecinos ilustres de Temuco y conserva una vitalidad envidiable, la que atribuye al que ha sido su desayuno por más de 80 años: harina tostada con miel.
“La Doñihuana”
“Este local tiene más de 60 años como talabartería. Mi papá, nacido en Roma (Italia), compró este negocio a Eusebio Martínez, cuya familia tenía talabarterías en Doñihue, cerca de Rancagua, de ahí viene el nombre “La Doñihuana. Ahora le traspasé el negocio a mi hija Ana Olivia, ella es la dueña.”, explica.
Don Ítalo se tituló como contador auditor. Mientras estudiaba, iba al colegio en las mañanas y volvía en las tardes a trabajar con su padre.
Al ser consultado por su infancia, recuerda como si fuera ayer el barrio estación: “Cuando llegamos acá existía mucho movimiento por los trenes que llegaban a Temuco desde los ramales (Carahue, Villarrica, Cunco, Curacautín, Toltén), del norte y del sur del país, con máquinas a vapor que hoy aún se pueden ver en la Casa de Máquinas (Museo Ferroviario Pablo Neruda)”.
Sin embargo, hoy lamenta el descenso de trabajo debido al poco aprecio que existe hoy por los productos artesanales. “Antes el rubro de la talabartería tenía mucho trabajo porque todo el mundo tenía caballos, llegaba gente de fuera de Temuco y los locales comerciales tenían un bebedero y un lugar para amarrar los caballos. Hoy permanece la venta de cinturones de cuero y accesorios para los maestros de la construcción, porque aunque los chinos también los venden en cuero artificial, la calidad de nuestro cuero natural es muy superior. También hemos innovado con fundas para celular hechas a la medida o reparando los accesorios de carruajes usados en matrimonios”.
Edificio Marsano
Ércoli ha sido testigo también de la evolución de la tradicional Feria Pinto y la influencia del Edificio Marsano en su entorno. “Antiguamente, aquí sólo había unos puestos de frutas y verduras que se instalaban por el día, y frente a la escuela había una feria de animales. Este edificio (Marsano) siempre fue utilizado como hotel, al crearse en los años 20 fue un hotel de lujo, donde los presidentes Alessandri y Allende hicieron discursos desde el balcón que queda en la esquina”.
Según relata Ércoli, Emilio Marsano le encargó construir este edificio al arquitecto Pedro Buscaglione para que se convirtiera en el Hotel Petit (luego Rupangue). El diseño es europeo, fue construido con cemento Portland que también se trajo del extranjero, junto a los fierros, sólo las maderas son nativas de esta zona, como el laurel.
Reparaciones
“Es importante que este edificio se mantenga porque es una atracción para quienes visitan Temuco”, enfatiza don Ítalo, “Cuando viajamos a Europa con mi esposa vimos arquitectura antigua maravillosa, y creemos que aquí también deberíamos cuidarlo. Viene mucha gente a conocer el edificio, desde otras ciudades, estudiantes, investigadores, pero excepto la pintura que se realizó recientemente no hemos visto mayor preocupación por parte de las autoridades. Por lo menos en la parte del edificio que es mi propiedad (mitad posterior del segundo piso) voy a encargarme de reparar la escalera y la instalación eléctrica, no sé a qué vamos a destinar este espacio, pero quiero aportar con estas reparaciones, puede que sea poco, pero quiero que se haga bien hecho”.
Es de esperar que los sueños de Ítalo Ércoli se cumplan. Que el edificio Marsano, único en su estilo en el sur de Chile, pueda ser refaccionado y convertido en un atractivo turístico y cultural que pueda ser visitado y disfrutado por los temuquenses y quienes visitan la ciudad.
Como señala el arquitecto mexicano Alberto Kalach: "La arquitectura tiene el poder de cambiar tu estado de ánimo, nos hace ser mejores. Esa capacidad tiene la arquitectura". Y este sería un gran aporte para el estado de ánimo de Temuco.
Ítalo Ércoli, propietario de la Talabartería y Suelería La Doñihuana, es uno de los vecinos ilustres de Temuco y conserva una vitalidad envidiable, la que atribuye al que ha sido su desayuno por más de 80 años: harina tostada con miel.
“La Doñihuana”
“Este local tiene más de 60 años como talabartería. Mi papá, nacido en Roma (Italia), compró este negocio a Eusebio Martínez, cuya familia tenía talabarterías en Doñihue, cerca de Rancagua, de ahí viene el nombre “La Doñihuana. Ahora le traspasé el negocio a mi hija Ana Olivia, ella es la dueña.”, explica.
Don Ítalo se tituló como contador auditor. Mientras estudiaba, iba al colegio en las mañanas y volvía en las tardes a trabajar con su padre.
Al ser consultado por su infancia, recuerda como si fuera ayer el barrio estación: “Cuando llegamos acá existía mucho movimiento por los trenes que llegaban a Temuco desde los ramales (Carahue, Villarrica, Cunco, Curacautín, Toltén), del norte y del sur del país, con máquinas a vapor que hoy aún se pueden ver en la Casa de Máquinas (Museo Ferroviario Pablo Neruda)”.
Sin embargo, hoy lamenta el descenso de trabajo debido al poco aprecio que existe hoy por los productos artesanales. “Antes el rubro de la talabartería tenía mucho trabajo porque todo el mundo tenía caballos, llegaba gente de fuera de Temuco y los locales comerciales tenían un bebedero y un lugar para amarrar los caballos. Hoy permanece la venta de cinturones de cuero y accesorios para los maestros de la construcción, porque aunque los chinos también los venden en cuero artificial, la calidad de nuestro cuero natural es muy superior. También hemos innovado con fundas para celular hechas a la medida o reparando los accesorios de carruajes usados en matrimonios”.
Edificio Marsano
Ércoli ha sido testigo también de la evolución de la tradicional Feria Pinto y la influencia del Edificio Marsano en su entorno. “Antiguamente, aquí sólo había unos puestos de frutas y verduras que se instalaban por el día, y frente a la escuela había una feria de animales. Este edificio (Marsano) siempre fue utilizado como hotel, al crearse en los años 20 fue un hotel de lujo, donde los presidentes Alessandri y Allende hicieron discursos desde el balcón que queda en la esquina”.
Según relata Ércoli, Emilio Marsano le encargó construir este edificio al arquitecto Pedro Buscaglione para que se convirtiera en el Hotel Petit (luego Rupangue). El diseño es europeo, fue construido con cemento Portland que también se trajo del extranjero, junto a los fierros, sólo las maderas son nativas de esta zona, como el laurel.
Reparaciones
“Es importante que este edificio se mantenga porque es una atracción para quienes visitan Temuco”, enfatiza don Ítalo, “Cuando viajamos a Europa con mi esposa vimos arquitectura antigua maravillosa, y creemos que aquí también deberíamos cuidarlo. Viene mucha gente a conocer el edificio, desde otras ciudades, estudiantes, investigadores, pero excepto la pintura que se realizó recientemente no hemos visto mayor preocupación por parte de las autoridades. Por lo menos en la parte del edificio que es mi propiedad (mitad posterior del segundo piso) voy a encargarme de reparar la escalera y la instalación eléctrica, no sé a qué vamos a destinar este espacio, pero quiero aportar con estas reparaciones, puede que sea poco, pero quiero que se haga bien hecho”.
Es de esperar que los sueños de Ítalo Ércoli se cumplan. Que el edificio Marsano, único en su estilo en el sur de Chile, pueda ser refaccionado y convertido en un atractivo turístico y cultural que pueda ser visitado y disfrutado por los temuquenses y quienes visitan la ciudad.
Como señala el arquitecto mexicano Alberto Kalach: "La arquitectura tiene el poder de cambiar tu estado de ánimo, nos hace ser mejores. Esa capacidad tiene la arquitectura". Y este sería un gran aporte para el estado de ánimo de Temuco.
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