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El misterio de las piedras mapuche

Desde las tokikura que cayeron del cielo, hasta las piedras rituales de Aburto Panguilef, existe una estrecha relación entre las piedras y el concepto de "toma de decisiones" en la historia del pueblo mapuche.


Tokikura y clavas mapuche en el Museo Regional de La Araucanía, Temuco.

Según el documento "La vitalidad política de las piedras mapuche", de André Menard (disponible en inglés en Journal of Material Culture), desde fines del Siglo XVIII hasta la actualidad existen numerosas referencias al rol de las piedras en la cultura mapuche, desde grandes rocas donde se realizan ceremonias comunitarias, hasta pequeñas piedras de uso personal.

En el caso del uso personal, contamos con los registros de Manuel Aburto Panguilef (1887-1952), quien en su diario hace numerosas referencias al uso de estas piedras:

"...darme cuenta que no llevaba las dos piedras para mi fricción de siempre. Entonces oí: Ruf huentrugielmi uñotuhaymi epu cura"
Santiago, 6 de mayo de 1948.

"Me levanté en calzoncillos y salí con las dos piedras de mayores reverencias, cumplí aquellas voces divinas de "alta graduación de felicidades personales", con lances de ellas en mis manos y brazos. En seguida volví a la cama".
La Cisterna, 8 de mayo de 1948.

"Salì afuera de abrigo, en calzoncillos, con las dos piedras de mayor figura de mis pronósticos de inspiraciones. Afuera me hicieron inclinarme a las benignidades del Dios excelso con plegarias de resortes de satisfacciones".
Santiago, 17 de mayo de 1948.

"Fui al Trayen Cumiray. Oré ahí y lavé las tres piedras, bebí seis bocaraditas de ese estero Trayen, me peiné y volví a dichas rucas de Catrileo".
Temuco, 2 de noviembre de 1949.

"Fui radiado a levantarme a las cinco y me levanté a aquella hora. Al salir afuera me incliné al Altísimo con mis dos piedras a la vista de muchos seres invisibles e intocables, dueños parciales de aquellos parabienes".
Ragintuleufu, 10 de noviembre de 1949.

"Parabienes de la mañana: De tu piedra de denominación Nueva Envoltura extraerás un raspaje con algún cuchillo, y ese residuo lo conservarás entre papel blanco de carta, y lo llevarás en el bolsillo exterior de tu vestón, y con esa envoltura serás invisible".
Temuco, 12 de noviembre de 1949.

Según la publicación de Menard, las piedras tendrían influencia en la toma de decisiones y funcionarían como sujetos, contando con poderes simbólicos, mágicos, religiosos y políticos (estos últimos, expresados especialmente en las alianzas políticas y en tiempos de guerra).

Las piedras serían uno más, entre varios oráculos considerados por los mapuche: canto de pájaros, ubicación de animales, resultado de juegos, animales sacrificados y sueños.

Al respecto, Menard destaca los dichos de Marc Augé (1998): "Lo impensable, el poder, corresponde a la inercia bruta, la materialidad pura. Lo sobrenatural corresponde a lo inerte. Por tanto, cuanto más silenciosas e impenetrables son las piedras, más claramente reflejan la vitalidad infinita de ese Dios impensable, al ser un puro accidente, pura contingencia y pura singularidad".


Tokikura
Tokikura en el Museo Regional de La Araucanía, Temuco.


Tokikura

Menard se centra especialmente en las tokikura, hachas de pieda pulida, encontradas en sitios arqueológicos, donde las más finas han sido fabricadas de mármol. "Normalmente se encuentran en la superficie, lo que dificulta establecer su datación cronológica", indica el investigador.

Así establece que las tokikura son objetos no utilitarios, de minuciosa elaboración, delicadeza en el pulido y formas elegantes. Su nombre, tokikura, se podría traducir casi literalmente como "Piedra del Jefe Guerrero", en una clara alusión a su uso.

Otro aspecto que destaca Menard, son los testimonios recogidos e 1962, por Bertha Koesler:

  • "Los tokikura vienen del cielo, nacen bajo la voz de dios, la cual es tralka (trueno), que cae con el lüfke (relámpago)".
  • "Mis abuelos veían los tokikura como piedras santas., dignas de adoración. Siempre les daban mucha sangre. Estas piedras absorben tanta sangre como pueden consumir. Necesitan altos niveles de fuerza para llevar adelante su trabajo. El dueño de un tokikura siempre entierra su piedra cerca de su casa, para que pueda mirarla cuando lo desee. Esta piedra mágica es una gran ayuda, porque provee de advertencias (pewtufe) y aconseja. Se llama pewtuwun cuando determina el destino de una person, especialmente cuando hay rumores de un daño inminente".
  • "Si el tokikura se mueve hacia la superficie de la tierra, sin que nadie la haya tocado, seremos victoriosos. Si la piedra mágica no se mueve, es una mala señal y significa que seremos derrotados".
  • Que los tokikura hayan permanecido debajo de la tierra demuestra que esto es correcto: cuando los blancos entraron en tierra mapuche, y se apoderaron de las tierras, las piedras permanecieron bajo el suelo y nunca más se movieron hacia la superficie de la tierra. ¿Se volverán a mover alguna vez?
  • "De acuerdo con nuestros antepasados, un tokikura es un regalo del cielo. Determina la suerte de la persona que lo posee".
  • "No sé esto por mi cuenta. No sé lo que debería decir. Es mi piedra la que me hace este camino, es ella quien me dirige en todos los asuntos".
Ankanaw, 2012:

  • "Las piedras-rayo no son hachas prehistóricas, son productos de la naturaleza. Cuando un relámpago golpea y entra en el suelo, la temperaturas extremadamente altas derriten los minerales a su paso, arrastrándolos a considerables profundidades. Cuando los materiales se enfrían, generalmente toman dos formas, de un hacha o de un cono".

Testimonio de Huenchu Quidel:

  • "Una vez que terminó la guerra, los tokikura fueron enterrados en una ceremonia que demostró que tenemos paz. Ellos eran desenterrados para señalar la inminencia de una guerra".
  • "Una vez que terminó la guerra, los tokikura fueron enterrados en una ceremonia que demostró que tenemos paz. Ellos eran desenterrados para señalar la inminencia de una guerra".
  • "Siempre tuvimos dos jefes: uno votaba a favor de la guerra y otro en contra de la guerra. El primero, que llevaba el tokikura, argumentaba a favor de los mapuche y era llamado mapu ülmen (jefe de la tierra); y el otro se llamaba winka ülmen (jefe de los extranjeros), y argumentaba a favor de los blancos". 
Tokikura en el Museo Leandro Penchulef, Villarrica.


En el mismo sentido de este último testimonio, Menard hace mención a José Manuel Zavala, quien se refiere a la estructura dualista de la jefatura (y la cosmovisión) mapuche:

En el Siglo XVI se menciona a los Ngen Toki (dueño de la guerra) y a los Ngen Foye (dueño de la paz, simbolizada en el canelo).

Posteriormente, en los siglos XVII y XVIII se menciona a los Toki Ülmen (que promueven insurrecciones contra la autoridad colonial), en contraposición al Cacique Gobernador (representante mapuche, reconocido por los españoles).

Tokikura en el Museo Regional de La Araucanía, Temuco.

Pillañkura

Según Menard, el Dios mapuche es el Pillañ, término usado varios siglos antes que Ngenechen. Pillañ representa lo vigoroso, lo extraordinario, lo poderoso y los fenómenos perturbadores. El Pillañ tendría continuidad en el Püllü, espíritu ancestral, que funcionaría como un agente que habla a través de la boca de su poseedor en ritos o en sueños.

Sobre el concepto de Pillañ entre los mapuche, Ewald Böning publicó un trabajo sobre las numerosas explicaciones que ha tenido a través del tiempo: diablo o espíritu maligno (Siglo XVI); trueno, relámpago, dios volcán (Siglo XVIII); o espíritu que habita en los volcanes (Siglo XIX), entre muchas otras denominaciones.

En el trabajo de campo realizado por Böning, conversó con la machi Carmelita Nehuelqueo, de Miquihue, al oeste del Lago Lleulleu y al sur de Arauco. "Ella mostró un trozo de hacha de piedra prehistórica que usaba en las ceremonias de curación". Dijo que se llamaba Pillan-Kura (Piedra del Pillán).

La Pillañ-Toki serían las piedras del rayo mencionadas en algunos testimonios, piedras distribuidas por el Dios Pillañ, que al caer y enterrarse se convierten en tokikura, hachas de piedra que predicen la guerra o la paz.

Kallfukura

Mención aparte merece la piedra de Kallfukura, lonko mapuche del Siglo XIX, cuya actividad militar y política se desarrolló principalmente en Argentina. 

Kallfukura portaba una piedra identificada como un espíritu cherrufe, criatura mítica descrita como un ser antropomorfo con la capacidad de transformarse en una roca ardiente, roca roja fundida (lo que podríamos clasificar como un meteorito).

Según Kallfukura, la piedra le habría dicho: "Me presento ante ti hoy. Me permito ser visto porque no soy una piedra, porque me ordenaron que lo hiciera, cuando el viejo Dios dijo: ¡Deberías verlo!. Me dijeron esto, y por esto estoy gobernando".

El Cacique (Lonko) Kallfukura le heredó esta piedra a su hijo Namunkura (en otro post explicaremos el tema de los apellidos mapuche tradicionales), a quien le fue arrebatada por un general argentino. 

Cuenta la leyenda que la piedra salió desde la caja en que la guardó el general, y voló por sus propios medios de regreso a Namunkura. Para recibirla, se le organizó una gran ceremonia y fue alimentada con sangre. Al recibirla, Namunkura dijo: "Ahora he vuelto a ser persona".

Tokikura en el Museo Leandro Penchulef, Villarrica.



FUENTES:

Aburto Panguilef, Manuel: Libro diario del presidente de la Federación Araucana, 1940, 1942, 1948-1951, Santiago: CoLibris Ediciones, 2013.

Menard, André: "The political vitality of Mapuche stones: Heteronomy and political decision-making", 
Journal of Material Culture, 2017.

Actas de Lengua y Literatura Mapuche 3 (1989). Universidad de La Frontera.


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