FUENTE: National Geographic
UN EJEMPLO DE SUPERVIVENCIA
La narrativa tradicional cuenta que la población de la isla colapsó por no gestionar correctamente los recursos. Sin embargo, una nueva evaluación de los sistemas agrícolas sostiene algo muy distinto.
Cuando el almirante holandés Jacob Roggeveen llegó, el 5 de abril de 1722, a la Isla de Pascua —convirtiéndose así en el primer europeo en hacerlo—, quedó asombrado por las prominentes figuras humanas esculpidas en bloques de piedra de unos 4 metros de altura: los denominados moáis. Estas no solo intimidaban a quien osase acercarse al territorio insular, sino que además constituían una clara evidencia de que allí hubo una civilización, para entonces casi perdida.
Desde entonces, la Isla de Pascua —o Rapa Nui, como se la conoce en la lengua nativa (término que se traduce en "isla grande")— ha sido objeto de estudios arqueológicos y antropológicos, ya que detalles como su carácter remoto (a más de 3700 km del continente sudamericano), o la repentina desaparición de los habitantes polinesios que esculpieron estas figuras de mirada penetrante, plantean todavía numerosas incógnitas.
Sobre este último aspecto, en las últimas décadas el caso de Rapa Nui había servido como ejemplo para demostrar cómo la sobreexplotación de recursos limitados puede resultar en una catástrofe para la población. Y a partir de esa idea, surgieron teorías que apuntaban a la superpoblación o al ecocidio como causa del colapso de la civilización de la Isla de Pascua. Sin embargo, ahora un nuevo estudio ha desafiado por completo estas narrativas.
Un equipo de investigadores de la Escuela de Clima de Columbia ha descubierto, a través de imágenes satelitales infrarrojas, que Rapa Nui mantuvo una población estable y reducida a lo largo del tiempo, por lo que nunca hubo una relación desproporcionada entre la cantidad de personas y los recursos disponibles de la isla, y la clave de esta conclusión yace en la extensión de los "huertos rupestres" o "jardines de roca" analizados en el estudio.
LO QUE REVELAN LOS "HUERTOS RUPESTRES" DE RAPA NUI
Las condiciones geográficas de Rapa Nui son verdaderamente desafiantes, más aún para una civilización que no contaba con las herramientas técnicas de las que disponemos en la actualidad: su terreno, de origen volcánico, nunca ha destacado por ser fértil, su lejanía con la costa chilena -la más cercana, de hecho- impedía la creación de una ruta de comercio eficaz, y por si fuera poco, la isla está rodeada por enormes acantilados que tampoco facilitaron las tareas de pesca.
Esto, sumado a que cuando los europeos llegaron apenas había una comunidad de entre 2.000 y 3.000 personas en el territorio, sentó las bases para construir la teoría de la superpoblación como causa del colapso. Y es que en estudios anteriores ya se habló de unos "huertos rupestres" -protagonizados por la batata- que habrían tenido una extensión total de entre 4,3 y 21,1 km2, terreno insuficiente para abastecer a la supuesta población original de Rapa Nui, estimada en un máximo de 16.000 habitantes.
Por su parte, el nuevo estudio, que con modelos de aprendizaje automático ha generado una estimación de la jardinería en roca en toda la isla, sugiere que "la extensión de esta infraestructura agrícola es sustancialmente menor (0,76 km2) de lo que se afirmaba anteriormente y probablemente no podría haber soportado el gran tamaño de la población que se ha asumido".
En otras palabras, la reevaluación de las cifras muestra que posiblemente no existió tal colapso, del que se ha hablado durante décadas. Y es que esta evidencia, añadida al examen de isótopos que reveló que la dieta de los pobladores estaba formada en un 35% o 45% de alimento extraído del mar, invita a los investigadores a deducir que el tamaño de la población no podría haber excedido los 4.000. Un número que cuadra con los relatos históricos escritos por los primeros europeos que llegaron a la región.
LA CIVILIZACIÓN DE RAPA NUI, UN EJEMPLO DE SUPERVIVENCIA
Aunque todavía se desconoce a ciencia cierta el tamaño de la población absoluta de Rapa Nui antes de que Jacob Roggeveen pusiese un pie en la isla, de lo que sí existen evidencias es de los impactos que la llegada de los europeos tuvo en su demografía: la esclavitud y la aparición de enfermedades para las que los locales no estaban inmunizados hizo que, en 1877, esta comunidad se redujese a tan solo 110 individuos, según indica el antropólogo Grant McCall en su libro Rapanui: Tradición y supervivencia en la Isla de Pascua (1994).
Así que, en definitiva, podría decirse que la de Rapa Nui es una historia de supervivencia: a día de hoy, a pesar de tener todas las condiciones en contra, aún se escucha el idioma autóctono en la isla, y algunas canciones tradicionales siguen entonándose. No ha corrido esa suerte la capacidad para interpretar el rongorongo, un sistema de escritura glífica que se utilizó en el pasado, ni tampoco otros conocimientos culturales que se han perdido para siempre.
Ahora bien, nuevas conclusiones como la elaborada por la Escuela de Clima de Columbia permiten seguir indagando en las incógnitas históricas que todavía atraviesan a esta civilización, la más remota del planeta. Y con respecto a su supuesto colapso, hoy la ciencia nos demuestra justo lo contrario: en palabras del autor principal, Dylan Davis, los pobladores de Rapa Nui "fueron capaces de ser muy resilientes frente a los recursos limitados modificando el medio ambiente de una manera que ayudó".
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